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Todo empezó cuando Dionisio de la Huerta, en 1929, llegó a su casa de Coya, en Infiesto, para disfrutar de sus vacaciones de verano. Cuando se dirigía a la estación de ferrocarril de Barcelona, donde tenía previsto tomar un tren que le condujese a Madrid, para coger allí uno con dirección a Asturias, vio una piragua plegable en los almacenes El Siglo. Pensando en lo fácil de su traslado, le pareció el artilugio más apropiado para llevar a Coya y a los pocos días ya estaba practicando el piragüismo en la presa de El Molino. Pocos días después, junto al médico Benigno Morán y a un joven que se llamaba Manés Fernández (éste último, en una K-1 de fabricación casera y equipada con flotadores laterales), decidió hacer una excursión, curiosamente por el río Piloña, desde Coya hasta Infiesto. Fueron cerca de cinco kilómetros por el río, en los que emplearon dos horas y media...
Lo que parecía una anécdota no se quedó allí. Con la experiencia de aquellos cinco kilómetros recorridos en piragua desde Coya hasta el puente de Infiesto, Dionisio de la Huerta convenció a su amigo Alfonso Argüelles para que le acompañase río abajo hasta Arriondas y también a Manés Fernández. En una piragua con flotadores iniciaron aquella primera excursión acompañados por un grupo de amigos que les seguían en autocar.
Con reiteradas paradas para sacar el agua de la piragua y algún que otro bocadillo, les pilló la noche en Soto de Dueñas, por lo que, después de reponer fuerzas, decidieron dejarlo para mejor ocasión. Habían recorrido en aquella aventura unos catorce kilómetros y estuvieron durante más de siete horas disfrutando del río y del paisaje, que era lo que de verdad le interesaba.
En Infiesto no se hablaba de otra cosa que de Dionisio de la Huerta y de sus aventuras.
Al año siguiente se celebró lo que después se erigiría en la primera edición del Descenso del Sella, entre Infiesto y Ribadesella, según unas versiones, y entre Infiesto y Soto de Dueñas, según otras. Esta vez, fueron Dionisio, Alfonso Argüelles y Manés Fernández, y lo cierto es que emplearon siete horas, puesto que cada poco paraban y compartían la experiencia con los catorce amigos que les seguían por la carretera.
En 1931, la meta ya estaba en Ribadesella, mientras que se salió de Soto de Dueñas, entrando en el Sella en Arriondas. 25 kilómetros de recorrido y cuatro horas y doce minutos para completarlo. Tiempos heróicos
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